Todas las mujeres que conozco, de una u otra manera invierten en su apariencia. Ya sea comprando ropa (más de la necesaria), cremas, artículos para el cabello o barritas de cereal para mantener la línea.
Más allá de la inversión monetaria, la mayor y más importante inversión que hacemos, es el tiempo: Tiempo para vestirnos, para tener el cabello en condiciones, para depilarnos, en el gimnasio, etc.
Muchas mujeres que conozco, trabajan y/o estudian, pasan tiempo con (casi uso “invierten” y “en” debo reconocerlo) sus parejas, las que están casadas, se encargan de los quehaceres domésticos, las que tienen hijos, son las principales responsables de su educación y sumado a todo esto se suma la cuestión estética.
La mujer en las últimas décadas ha ganado lugares en la sociedad: ser soltera en muchos países ya no acarrea la condena social (aunque se sigue usando la palabra "solterona" como un adjetivo despectivo), hay profesionales en todas las áreas, muchas han obtenido el Nóbel, hay mujeres presidentes, hay mujeres que dirigen empresas, y son muchos más los ejemplos que demuestran los lugares y espacios conquistados.
La sociedad occidental ha permitido que la mujer “se independice”. Pero ha encontrado otras maneras de someterla. Y una de esas maneras, es sin dudas la obsesión con la belleza.
La belleza - que para personas como yo es un beneficio genético, no un mérito - ha desviado la atención de millones de mujeres.
Concentradas con cumplir con ciertos cánones de belleza, muchísimas mujeres se entregan a horas y horas de gimnasio, dietas hasta el desmayo, horas y horas frente al espejo tomando notas mentales de lo que se puede mejorar, y en casos extremos, intervenciones quirúrgicas innecesarias.
Y esto tiene que ver con que el hombre promedio no perdona defectos físicos en la mujer. Y la mujer promedio quiere ser vista con deseo por el hombre promedio y por los no-promedio también.
Las mujeres, en general, somos indulgentes con las imperfecciones masculinas. La nariz grande da personalidad, la vellosidad abundante lo convierte en un osito, la panza cervecera genera cariño y así, para cada defecto masculino, hay una mujer con una excusa disculpante.
La mujer con nariz grande, es simplemente narigona. De la vellosidad ni se habla, porque la depilación es moneda corriente y la panza en una mujer la convierte automáticamente en una gorda “que no se toca ni con una vara”.
Y escucho a muchas mujeres decir “no lo hago por mi novio, lo hago por mí” y no me imagino como alguien puede someterse a la hambruna por uno mismo (salvo por casos de salud, que no son de los que estoy hablando).
Sí, sí, sabemos que ahora también los hombres se preocupan por su apariencia física, y que también hay muchos que pasan horas en el gimnasio, y que cada vez son más los que compran cremas, y que se quieren ver “lindos”.
La única diferencia, es que el hombre sin hacer todo esto, es aceptado, y que la mujer, siente un rechazo general porque falló en cumplir con ese mandato social.
Y la obsesión estética, es una pelota más que se le suma a la mujer (sobre todo pienso en la que cumple el trabajo de esposa, de madre y de trabajadora) a los malabares diarios, y que la distrae de cosas más importantes y enriquecedoras.